La decisión de enfrentar la crianza de mi hija sola y no tener a la abuela cerca, porque había decidido que podía controlar la situación, no fue fácil. Prácticamente no tenía tiempo para nada, no dormía bien, me levantaba todas las veces que uno se pueda imaginar durante la noche. Y esto no ocurría porque la bebé se despertara, sino porque vivía traumada con los comentarios que escuchaba, como aquellos que dicen que hay bebés que se ahogan con su propia saliva, que si el bebé se mueve inconscientemente se ahoga, que hay que ponerle el dedito en la noche para ver si está respirando… ¡Tontería y media! La gente te trauma y recibes consejos que no te dejan vivir en paz. Y a pesar de que no quería tomarlos en cuenta, de todas maneras los escuchaba y se quedaban en mi cerebro. Encima escuchaba en los noticieros de la televisión: “Bebé muere asfixiado con su propia colchita”, cosas así, y entonces el miedo se apoderaba de mí y me levantaba a cada momento para ver si Mikela respiraba. ¡Una locura!. Felizmente, la práctica diaria y la confianza en el instinto maternal facilitaron mucho las cosas, porque empezamos a conocer a nuestra hija, a bañarla, a pesar del temor “natural” a que se ahogue, a ponerle cremita, aceite para evitar las escaldaduras y cambiarle los pañales, lista para una nueva sesión de lactancia. Ese proceso tiene sus bemoles, porque si bien fue una buena idea enfrentar solos los primeros problemas con nuestra hija y aprender de los errores, no contamos con las inevitables visitas para conocer a la heredera. Así que decidí hacer un anuncio público y decirle a toda mi familia y amigos que no iba a recibir visitas en los próximos quince días, y eso es algo que creo que todas las mujeres deben hacer. Yo decidí no tener visitas porque para mí ese proceso era algo nuevo, estaba entrando en un mundo desconocido al que quería acoplarme bien, entonces no quería recibir visitas; además porque los bebés lactan a cada rato y yo no iba a estar con el pecho afuera, ya era demasiado que mi marido me vea en el estado en que estaba para soportar que extraños me vieran así, con la ropa ancha, con buzo. Para evitarme todas esas molestias, designé a mi hermana Mónica como mi portavoz oficial y era ella quien se encargaría de hacer las llamadas a la familia más cercana para decirles de manera sutil y, claro está, sin ofender, que no quería verlos. Ahora recuerdo, que un par de veces cayeron de sorpresa unos amigos —no diré sus nombres, porque si no corro el riesgo que me odien— cargados de regalos (lo pude ver a través del ojo mágico de la puerta) y simplemente no abrí. Le dije a Mauro que guardara silencio, que metiera a Mikela en lo más profundo de la casa para que no se escuchara su llanto y así evitar el bochorno que me vean hecha un desastre: con las mechas, que ya no eran mechas sino cualquier cosa de color escoba; sin maquillaje; con chancletas y ropa de dormir que podía permanecer pegada a mi cuerpo durante todo el día. ¡Estaba impresentable! Ustedes entenderán que yo quería vivir esos primeros momentos intensamente y vaya que los viví. Si bien mi pareja y yo nos turnábamos para atender a Mikela por las noches, al mes Mauro ya dormía profundamente y yo era la única que me levantaba apenas mi instinto maternal me despertaba. Creo que el papel de la madre es fundamental, no es comparable con nada, porque a pesar de tener mucha ayuda de parte de mi pareja, sabía que como madre era la responsable de mi hija; y las mujeres dejamos sentado que es así. Hay un tema importante y es que tanto mamá como papá deben estar alineados en el tema de la crianza del nuevo integrante de la familia. Aunque no es imposible, es muy fatigador el hecho de tener que asumir todas las responsabilidades, sola. Si contamos con papá hay que turnarnos para darle la leche. En el caso mío, yo trataba de darle pecho la mayor cantidad de veces, pero en las madrugadas Mauro debía levantarse a darle el biberón por lo menos una vez, así yo podía descansar un poco más. Igualmente, a la hora del baño, el trabajo era en conjunto. Debo precisar que decidimos contratar una nana solo como un apoyo y para asear el cuarto, lavar la ropa, hervir los biberones y mirar al bebé mientras dormía. Pero el tema del baño es algo que hasta el día de hoy compartimos Mauro y yo desde que Mikela nació. Preferimos mil veces, dejarla un día sin baño, a delegarle esa responsabilidad a la encargada de la casa.
muy cierto es un mundo nuevo al q debemos acoplarnos y con tanta gente a nuestro alrededor es muy difícil….buena idea sin visitas por 15 días jejejejjej
Hola María Fernanda, yo diría un mundo desconocido del que tenemos que salir victoriosas sí o sí. Pero definitivamente, necesitamos un espacio para acoplarnos a esta nueva vida y resulta muy difícil hacerlo cuando entra y sale gente todo el día de nuestra casa y con un bebé recién nacido. Te mando un beso y espero que sigamos en contacto.