Si el quinto mes de embarazo fue terrible por los dramáticos cambios que experimenté, el sexto fue una mezcla de todo. Me asaltó el instinto maternal y eso fue a partir de la visita al ginecólogo que me permitió ver a ese ser que llevaba dentro de mí reflejado en el monitor del ecógrafo. Sentí un nudo en la garganta, fue una sensación indescriptible ver a mi bebé moviéndose, sonriendo, y aceptar que, increíblemente, estaba dentro de mí. Creo que ese es el momento en que una toma conciencia de que lleva un ser vivo, producto del amor. Ver a tu hijo allí y comprobar que está bien, que puedes identificar rasgos parecidos a los tuyos o a los de tu pareja, es sin duda un momento sublime. Me gustaba ver esa pantalla, pues gracias a esas ecografías maravillosas pude enterarme de que tendría una hija. Disfrutaba compartir con Mauro esos momentos. Juntos decidimos que se llamaría Mikela y, aunque no lo crean, se me daba por cantarle y hablarle a mi hija, como si ella pudiera escucharme. Yo, que rechazaba todo tipo de creencias que mis amigas me contaban, ¡estaba haciendo lo mismo! Por las noches le cantaba a mi bebé, la hacía escuchar música clásica, hasta le leía un cuento. ¡Increíble! Pero como todo no puede ser perfecto en esta vida, ese sexto mes me puso especialmente sensible, al punto de que si Mauro me decía algo, yo lloraba, y no sé por qué lo hacía. Yo nunca lloraba, salvo si iba al entierro de un ser querido, siempre controlaba mis sentimientos; pero mi embarazo descontroló todo. Lo más difícil de sobrellevar fue el hecho de tener que depender de una persona. Los últimos meses tenía que pedir ayuda para amarrarme las zapatillas, para cambiarme, no podía ir a la ducha sola, no alcanzaba a jabonarme la espalda, no podía hacer nada. Para colmo de males, faltando quince días para dar a luz, decidí darme una ducha sin decirle nada a nadie y por hacerme la independiente, intenté coger el jaboncillo que se había caído y resbalé; mi cuerpo se estrelló contra la mampara de vidrio de la ducha y las astillas se incrustaron en mi espalda. En ese momento solo pensé en mi bebé, sentí un gran temor porque tuve miedo de perder a mi hija. Para suerte mía, no fue nada grave, apenas un corte en la mano, algunos raspones en la espalda y un enorme susto. Nunca lo olvidaré. Por esos días, enterada de que tendría una mujercita, me entró la locura de las compras, esa especie de desquiciamiento temporal que nos ataca a las embarazadas y que nos da por comprar todo lo que nuestros ojos ven, imaginando cómo se vería nuestra hija con los vestiditos, enterizos, mediecitas y zapatitos que hay en las tiendas para bebés. Compré ropa hasta para los dos, tres y cuatro años; gasté una cantidad inimaginable de dinero, porque compraba todo sin control; llené todo su clóset con una cantidad inútil de ropa, sin contar la que me regalaron las amigas; y la verdad es que apenas unas cuantas prendas fueron usadas por Mikela. En los últimos meses del embarazo, en que todo se desordena, me cuidé mucho. Sabía que si quería volver a mi estado original tenía que controlar mi peso. Evité engordar más de lo necesario, recibí información de los médicos, no fallaba a los controles quincenales, cuidaba mi alimentación al máximo, porque es en los últimos meses donde una engorda más y esos kilos demás sí que son difíciles de bajar. Al final, solamente subí diez kilos. Mi obsesión por no perder mi figura fue mi mayor motivación. Después del parto quería seguir siendo la Rocío Oyanguren de siempre: en forma, sexy y deseable, aunque suene hueco decirlo. Todo este desequilibrio emocional de los últimos meses, sumado al exacerbado deber de la responsabilidad con mi empresa, me llevó a programarlo todo para no fallar con mis clientes. Quería mantener el ritmo de alguna manera y eso me llevó a pensar seriamente en la posibilidad de planificar mi parto, es decir, no quería ser víctima de dolores y que aquellos momentos me agarren desprevenida, sino tener a Mikela por una cesárea. Sé que hay muchas mujeres que se sienten bien dando a luz de manera natural y un gran porcentaje de médicos lo recomiendan, pero yo no estaba dispuesta a sufrir innecesariamente si podía hacerme una cesárea planificada. Por eso cuando el médico me preguntó si quería parto normal o cesárea, no lo dudé un instante y le dije que quería cesárea. Yo había leído mucho acerca de este tipo de operación y supe que es menos dolorosa, menos traumática para mí y para el bebé. Incluso pude programar con mi médico el día y la hora para no postergar las reuniones previstas. Esto no es una exageración, reconozco que puedo ser un poco maniática, pero el tipo de trabajo que tengo y la filosofía que conduce mi vida empresarial es la de una atención personalizada a mis clientes y si bien ellos podían entender mi proceso de gestación, yo sentía que no podía abandonarlos. Por eso, cuando le pregunté al doctor cuándo podría dar a luz, él me dijo: “Para la última semana de enero”. Entonces le contesté: “Doctor, déjeme cuadrar todas las reuniones para dejar todo saneado y lo programamos así”. Recuerdo que yo tenía que dar a luz el 27 de enero y el médico me dijo: “Te espero a las nueve de la mañana”. Yo trabajé hasta las ocho y media de la mañana y luego me fui volando a la clínica para tener a Mikela, pues yo vivía a pocos minutos de la clínica. Sé por muchas amigas contemporáneas que dar a luz en forma natural es todo un proceso. Algunas han esperado casi un día entero en la clínica para dilatar lo necesario y finalmente tener a su bebé. ¿Por qué tanto sufrimiento me pregunto yo? ¿Acaso no es suficiente con todos los cambios hormonales, físicos y hasta mentales que nos produce el embarazo, para encima tener que soportar tanto dolor? No me parece justo, y es por esa razón que la cesárea me pareció mucho más saludable mentalmente. El corte ni lo sentí, mi recuperación fue rápida y la cicatriz que llevo hoy, ni se nota, sigo usando mis bikinis atrevidos de siempre. Todo está en la mente. De todos modos, si siempre te queda alguna duda, puedes conversarlo bien con tu ginecólogo, pues al fin y al cabo, él ha realizado un seguimiento permanente de tu gestación y debe de saber qué es lo mejor para ti. Dejo claro que esta es una posición muy personal y no tengo nada en contra de los partos naturales, digo esto para no tener que enfrentar una protesta de médicos en la puerta de mi casa. Si hablamos de los preparativos para la llegada del bebé, sé que nos dejamos llevar por el entusiasmo de darle todo lo mejor y a veces erradamente en cantidades exageradas. No cometan el error que cometí yo. Compren solo lo necesario. Si no son partidarias de los baby shower como yo, pueden regirse de esta simple lista:
- Un maletín, porque lo llevarán a la clínica el día de su parto y, lo usarán los próximos meses, para cuando la visita al pediatra sea necesaria. No tiene que ser el típico de maternidad, pueden comprar algún bolso moderno, incluso alguna mochila deportiva práctica que las hay en colores llamativos y lucen bien.
- La cuna.
- Un coche.
- Una silla para el auto.
- Un extractor de leche manual o eléctrico.
- Un medidor de leche, para depositar en sus separadores la cantidad exacta cada vez que salgas de casa.
- Dos juegos de sábanas.
- Una almohadita de bebé.
- Dos frazaditas antialérgicas.
- Dos juegos de toallas para el baño. Pueden comprar las normales o las que cubren al bebé de pies a cabeza.
- Media docena de babitas.
- Media docena de baberitos.
- Dos biberones pequeños.
- Un termo pequeño.
- Pañales para recién nacidos y toallitas húmedas.
- Esos soportes para la lactancia que tiene forma de media luna, son ideales para apoyar el bebé mientras das de lactar y así no te duela la espalda.
- Media docena de mediecitas de algodón.
- Tres enterizos de algodón, de esos que tienen broches en la parte de abajo para facilitar el cambio de los pañales.
- Tres chaquetitas de algodón.
- Tres pantaloncitos con pie.
- Tres pijamas de textura un poco más gruesa.
- Pueden comprar una muda de ropa para salir de casa con sus respectivos zapatitos. Recuerden que la mayor parte de las veces, el bebé permanecerá en casa, por lo menos todo el primer mes, por precaución.
- Los famosos pañales de tela y gasas, de aquellas que usaban nuestras madres con nosotras (las venden por metros en el Mercado Central o en Gamarra) que serán útiles para los primeros días en casa.
- Una tina de plástico, las normales. No tienen que comprar las anatómicas que cuestan un ojo de la cara y las dejarán a los dos meses.
- Productos para el baño: una esponjita, gasa para limpiar el ombliguito, champú para todo el cuerpo. El talco no es necesario, si se escalda pueden ponerle en poquito de chuño o alguna cremita. No es bueno usar colonias, son muy pequeñitos para absorber esos olores, por muy poco alcohol que tengan los productos que promocionan. Recuerden que la ropa es mejor lavarla antes de usarla, pues estas prendas están expuestas en las tiendas y pasan por muchas manos.
Finalmente, si ustedes o sus familiares optan por un baby shower, esperen hasta esa fecha para recién comprar lo que les falta. Como último dato, les puedo comentar que por la zona de Separadora Industrial y Vulcano hay excelentes ‘huequitos’ dónde comprar todo tipo de confecciones de algodón, tipo exportación y de buenas marcas. Lamentablemente, a mí me dieron ese dato después del nacimiento de Mikela, si no hubiese gastado menos de la mitad de lo que invertí en ropa y accesorios, que al final no sirvieron para nada.
Aki en California la cesaria es la ultima opcion el negocio de la cesaria no es tan grande como en Sur America pero eso si existe mil formas de tener Un parto sin dolor. Apenas me interne la enferma me pregunto si deseaba epidural y sin pensarlo dije que si , asi que mi bebe vino al mundo sin mucho dolor, con decir que me dolio mas dar de lactar de dar a luz
jajajajajja Natali, sí a veces dar de lactar por primera vez es más doloroso que el mismo alumbramiento, sobre todo si es cesárea. Yo me pregunto, cuál es la razón de torturarnos con tanto dolor, acaso no es suficiente todo el esfuerzo que hacemos desde que nacen nuestros hijos???
el paroo es no es tan doloroso como dar de lartar 🙂
jajajajaja…Sin duda que no, querida Elizabeth, para mí la lactancia no fue tan sublime como nos cuentan.
Realmente que suerte que tu cesaria no haiga sido muy tormentosa… La mia fue de extremo a extremo y fue un proceso horrible…
Hola querida Ximena, por alguna razón tecnológica recién veo tu correo…Efectivamente, no a todas nos toca igual, tengo amigas que les fue fatal, pero creo que aquí cada cuerpo reacciona diferente. YO tuve mucha suerte en ese sentido, incluso fueron dos cesáreas.