Mi primer intento

Capítulo 1Vengo de una familia disfuncional, y a pesar de todo logré consolidarme como persona y como empresaria. Como toda mujer siempre tuve la ilusión de estar al lado de una buena pareja, de tener un hogar firme, no muchos hijos, pero al menos dos.  Debo aclarar que mi adolescencia y mi juventud estuvieron marcadas por una férrea disciplina impuesta por mi madre y todas esas costumbres que arrastraba de generación en generación. En ellas, las relaciones de pareja eran poco menos que la antesala al purgatorio. Había que tener cuidado con los hombres. Una señorita de su casa no podía estar exhibiéndose con cualquiera por allí. Y, claro, había que llegar virgen al matrimonio.

Mi primera relación seria fue a los dieciocho años y duró más de diez años y, como toda mujer ilusionada y enamorada, acepté contraer nupcias con el hombre que me cautivó. Pero el cuento de hadas terminó pronto. Luego de casi dos años de vaivenes matrimoniales, optamos por la separación.

¿Por qué lo hicimos? ¿Qué pasó? En aquel momento no tuve una explicación clara, pero ahora creo entenderlo mejor. Estaba tan sumergida en mi trabajo y la gran prioridad en mi vida, en ese momento, era comerme un mundo entero lleno de posibilidades. Debo reconocer que mi relación nunca estuvo en primer plano, por más que lo intenté. A ello se sumaba el hecho de no querer todavía ser mamá, las diferencias económicas que teníamos, la famosa incompatibilidad de caracteres, en fin.

Pero la vida no acabó allí. Luego de esa separación, por mi propio entorno de trabajo, siempre estaba rodeada de amigos. No faltaba un fin de semana con planes para pasarla bien; aunque en el fondo siempre me sentía sola, pues no tenía con quién compartir momentos especiales. Eso lo sentía más cuando se acercaba el Día de San Valentín y la mayoría tenía planes con su novio o enamorado, o en Año Nuevo, que tenía que conformarme con unirme a un grupo para no pasarla dando vueltas como trompo.

Las mujeres que nos sabemos independientes nunca vamos a admitir públicamente que nos sentimos terriblemente solas y que necesitamos un hombre a nuestro lado. Siempre decía, medio en broma y medio en serio, que si no encontraba un hombre a mi altura, escogería el mejor esperma para tener un hijo. Cerca a los cuarenta, ya había visualizado con quién y cómo.  Salí con varios hombres, unos buenos, otros malos, algunos peores que otros y otros tantos que ni siquiera vale la pena tomarlos en cuenta. Al principio debo confesar que prefería los guapos, los que parecían inteligentes y con una digna billetera, como para frecuentar los sitios donde estaba acostumbrada a asistir. Tal vez piensen: “¡Qué superficial!”, pero no es así, pues ya había tenido experiencias con el clásico chico bueno y divertido, el que intenta prosperar. Pero, como no todo es completo, los de este tipo nunca soportaron la idea de compartir las cuentas, compartir las reuniones sociales por el simple hecho de sentirse menos. Nunca tuve problemas con temas de dinero, si él ganaba menos que yo, eso no era importante, pero para él sí pesaba mucho. El machismo del que padecemos juega un papel importante en este tipo de relaciones.

También estaban los amores imposibles, de esos que llegan a tu vida y te hacen sentir en las nubes, pero que al final es mejor dejarlos ir porque nadie merece sufrir, pero esos quedan en tu corazón para toda la vida.  Mi corazón quedaba lastimado. Siempre que creía encontrar el hombre perfecto que me quisiera por lo que soy, terminaba en una simple ilusión. Muchas veces dije: “¡Este es perfecto!”, le agrada lo que hago, no le asusta mi estilo de vida, admira mi forma de ser, es encantador…, pero la perfección no existe. O era machista, celoso, posesivo o simplemente acomplejado.

Con la mayoría de ellos, no llegaba ni a la salida número tres, porque el encanto terminaba pronto. No sé qué pasaba con esos hombres, sentía que mi presencia los apagaba, que los avasallaba. No soportaban el simple hecho de tener frente a ellos a una mujer exitosa, independiente y que no requería de su dinero. Y como todo, siempre, o casi siempre, para las que guardamos una esperanza, finalmente encontré el amor casi sin darme cuenta.

Conocí a Mauro en el momento menos esperado. Por esos días, andaba manejando un evento de magnitud internacional y mi cabeza estaba concentrada ciento por ciento en el trabajo, de modo que no tenía tiempo para pensar en hombres. Una noche en que salí con un par de amigas a comer a una trattoria, una de ellas me dijo que uno de los dueños estaba mirando insistentemente nuestra mesa. Yo no le di importancia, apenas oí que entre ellos hablaban algo en italiano. Al salir, él nos despidió amablemente y con una amplia sonrisa que delataba su interés.

Una semana después volví al mismo restaurante para la despedida de una amiga colombiana. La reunión fue muy agradable y al salir, Mauro, que así se llamaba quien me miraba insistentemente, me dijo en un español masticado que le gustaría invitarme un café. Yo, entre apurada y sorprendida, le alcancé mi tarjeta y le dije que me llame cuando quiera. La verdad, no imaginé que llamaría. Pero me llamó. Salimos, fuimos a bailar y me pareció un hombre interesante; desprejuiciado y atento, despojado de cualquier rastro de machismo y profundamente respetuoso de mi trabajo.

Empezó a visitarme a casa por las noches, casi siempre con algún detalle entre sus manos, y apenas entraba en la casa, se ponía a cocinar o a preparar algo para mí. A diferencia de otras parejas, esta sí se desvivía en atenderme, en hacerme sentir importante. Una semana de noches románticas a la luz de las velas y decidimos que lo mejor era que venga a casa a vivir conmigo.

En aquel momento, mi objetivo era disfrutar mi relación al máximo, sin pensar en otra cosa que eso. No pasaba por mi cabeza tener un bebé todavía, quería simplemente vivir la vida, vivirla bien, vivirla a plenitud. Quise disfrutar esos momentos, tenerlo cerca de mí, vivir el día a día con él, viajar, conocerlo más, y esta pareja sí tenía las características adecuadas del tipo de hombre que buscaba —no del hombre ideal, no del príncipe azul, pero sí un hombre con valores—. Y él llegó a mí como muchas de las grandes cosas en la vida, llego casi sin que me diera cuenta.

Capítulo 1

6 comments to Mi primer intento

  • ERIKA

    muy bonito…y…cuando es el otro capitulo????

    • yomadre

      Hola querida Erika, gracias por escribir. Todos los días estaré compartiendo un nuevo capítulo de mi libro, pues me gustaría que puedan leerlo antes de lanzar mi segunda entrega de YO MADRE en mayo. Espero lo disfrutes!!! Un beso.

  • margarita

    Hermozo capitulo!!

  • Nataly

    Hola, es para decirle que este capitulo me describe mucho, solo que no tiene un final feliz aun a pesar de k ya hay un bb en nuestras vidas, el todavia no se decide vivir con nosotros…..pero esa parte de la historia de ser superior a muchos en el sentido laboral y económico creo es el motivo que no puede superar…….

    • yomadre

      Hola Nataly, me cuentas tu historia y me haces recordar mi primer matrimonio, con el que no tuve hijos. Aquí el problema, era su complejo, el no soportar que su mejor crezca a nivel profesional de manera mucho más acelerada. Eso suele pasar hasta hoy. Yo decidí dejar esa relación y si en algún momento pensé en arrepentirme, quedó en el olvido. Me fue mejor de lo que esperaba. Mi actual esposo es una maravilla. Creo que todas las mujeres tienen su mitad, y esa mitad llega en el momento adecuado. Hoy tienes una gran razón para seguir adelante, ese bebé hermoso. Allí debes concentrar toda tu energía. Un beso y que todo sea positivo en tu vida.

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